La definición de “alimento” que la ciencia no te cuenta y que te mantiene en pie de guerra contra tu cuerpo

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Definir el alimento como el conjunto de cosas que el hombre y los animales comen o beben para subsistir”(RAE) es como decir que has leído un libro echando un ojo a su portada.

Definir el alimento como “una sustancia que tiene la propiedad de otorgar a un determinado organismo los nutrientes y la energía necesarios para que cumpla sus funciones básicas” es como fijarse únicamente en los tonos grises de un cuadro impresionista: Vas a perderte la inmensa riqueza de sus matices. Vas a perderte su esencia.

Si el alimento sólo es energía y fuente de nutrientes cuantificables, ¿cómo es que la más que obsoleta y ultra explotada fórmula mágica para obtener el “cuerpo deseado” lleva décadas sin funcionar?

Me refiero a la ecuación:

Come x gramos del alimento A + z gramos del alimento B - demoniza por completo el alimento XXX + añade 3 cápsulas del suplemento KK”

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Un concepto explotado por una industria que genera billones (sí, con “b”) de beneficios anuales, mientras sus resultados muestran, año tras año, década tras década, que más del 95% de las personas que pierden peso (siguiendo sus pautas) lo recuperan en menos de dos años (y a menudo ganan más).


¿Qué estamos obviando en la definición anterior de alimento?

¿Cómo es que seguimos aferrados a una fórmula tan ineficaz como costosa?

En otras palabras, ¿qué falta en la ecuación simplista cuenta-calorías?

Pues una dimensión tan real como intangible; tan empírica (dado que se experimenta en carne propia) como cualquier otro ensayo científico, pero que no puede medirse siguiendo un protocolo de laboratorio.

Me refiero a la dimensión emocional del alimento.

Os presento aquí algunos ejemplos de lo que el ser humano promedio “tiene en mente” (probablemente, a nivel inconsciente) cuando se enfrenta al alimento, y que hace que la tan lucrativa fórmula anterior reviente por los aires sus mejores intenciones de alcanzar ese peso objetivo.

En general, el alimento suele ser sinónimo de:

🍊Nutrición:

La definición elemental anterior.

🥘 Cultura:

Cada región del Planeta tiene asociada una “cultura del plato” característica (unos mejores que otros, todo hay que decirlo).

🍇 Conexión, socialización, intercambio con el otro:

Rompemos el hielo, conectamos, compartimos experiencias alrededor de una mesa.

🥂Objeto de celebración:

Cualquier excusa es buena para festejar lo que sea alrededor de unos platos y una buena bebida.

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🍓 Fuente de placer:

Como mamíferos, estamos diseñados para disfrutar de la comida y del sexo; un sabio guiño de la Naturaleza para garantizar la supervivencia y la perpetuidad de la especie. Si ambas no fuesen actividades placenteras, hace rato que habríamos dejado de deambular por este plano.


Los aspectos anteriores son bastante universales y, probablemente, todos los hemos experimentado.

Sin embargo, hay otras caras del prisma de un alimento que enriquecen y matizan (enormemente) nuestro cuadro personal.


Para muchas personas, el alimento puede ser, además de lo anterior:

🍽️ Objeto de rechazo:

El alimento como enemigo a evitar, a combatir, a resistir engañando el hambre…

La vida gira en torno a reprimir los impulsos más primarios por comer.

¿Objetivo? El ansiado peso ideal, probablemente dictado por esa industria billonaria.

🍨 Un “agente” sobre el que mantener un férreo control:

Contar gramos de grasa, proteínas; mantener una estricta contabilidad calórica digna de un auditor de cuentas.

Un mecanismo de autoengaño aparentemente eficaz pero que deja entrever la necesidad de mantener cierto control sobre lo impredecible de la vida.

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🍕 Fuente de miedo y sufrimiento:

Para muchas personas, la comida puede ser sinónimo de dolor y miedo a la enfermedad. Esto ocurre especialmente si se ha tenido una experiencia negativa en el pasado asociada a la digestión o a algún alimento específico.

Lo que nos nutre, nos asusta.

🍫 Un sustituto del descanso:

Un modo ineficiente de subir puntos en la escala de la energía vital intentando compensar la falta de un momento de respiro.

Como muestra, el “botón” de mi ejemplo en este post, La mujer que confundía el sofá con el frigorífico”.

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🍺 Una herramienta con la que “despresurizamos” del día, tras la jornada laboral.

Descargamos tensión y liberamos estrés sentados frente al plato.

🌮 Un “Ansiolítico natural”, un “baja-revoluciones comestible”

La fórmula “me siento mal —> como —> me siento bien” se graba a fuego desde el momento en que salimos del vientre materno y nos dan de mamar (berreo —> me alimentan —> me calmo).

🍲 Tu mejor amigo en la soledad de tu sofá, frente a Netflix…

…estés sol@ o en compañía.

🍪 Entretenimiento:

El alimento como hobby, como juguete anti-aburrimiento.

Tengo un rato libre, no sé qué hacer y mato a cañonazos la abulia con comida.

🥡 El tapón con el que aplastas e impides que salga la furia y frustración reprimida a la altura de la garganta por esa conversación no mantenida con alguien (tu jefe, tu pareja, tus padres, tu mejor amig@…).

Disipas la energía de tu voz, acallada a base de atascar la faringe y el estómago.

Algunos pueden leer esto en términos de “bloquear el chakra de la garganta”.

🍔 El relleno con el que se intenta cubrir el vacío (y el desasosiego) que sentimos en el centro del pecho por llevar una vida en piloto automático, sin mucho sentido.

El hámster en el que podemos habernos convertido sin ni siquiera ser conscientes, gira y gira en la rueda de su existencia diaria, mira al frente, ve un neón que pone “sin salida”, advierte un vacío en la boca del estómago… y decide abrir los cajones de la despensa para repellar ese agujero, por otra parte doloroso.

🧀 Hábito:

Ya lo dice el refrán: “El hombre es un animal de costumbres”.

A determinada hora, o asociado a cierta actividad, el perro de Pavlov que habita en nosotros comienza a ensalivar.

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🍟 Plomo en el cerebro para ADORMECERNOS:

Evitamos de este modo pensar, sentir.

Es más sencillo hacer frente a un estómago lleno y una digestión pesada que a ciertos sentimientos incómodos que queremos evitar a toda costa (y que, muy probablemente, nada tienen que ver con la comida).

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🍰 Un fácil sustitutivo del sexo, del placer, de la intimidad, del contacto físico íntimo con un otro.

Ya lo decía Mecano en su Cruz de Navajas:

“… Y Mario se moja las ganas en el café…

(Creo que también hablaba de unas magdalenas, pero no me acuerdo muy bien en qué parte de la canción).


Habrá, sin duda, muchas más definiciones. Me atrevería a decir que tantas como almas estamos en este Planeta.

La idea no es redactar aquí una lista exhaustiva, sino poner encima de la mesa el hecho de que, hasta que no consideremos una definición más amplia de lo que supone el alimento para cada uno de nosotros, cualquier intento de regular nuestro apetito a base imponer un “cuenta-calorías aritmético” es una batalla perdida (y altamente frustrante).

No traer a la luz los aspectos emocionales de nuestra vida y seguir en modo “suma y resta nutricional” es como pasarle un filtro monocromo a un cuadro de Van Gogh: Hemos perdido la esencia de su riqueza cromática, aquélla que precisamente lo convierte en un cuadro único.

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Aquí es donde te invito a hacerte las siguientes preguntas:

  • ¿Cuáles de los “tonos” anteriores crees que pueden estar aderezando tu plato en estos momentos de tu vida? ¿Cuáles son tus “colores únicos”?

  • ¿Predomina alguno en especial o tienes una combinación de varios?

  • ¿Algún otro que añadirías a la lista? ¿Cuál?

Identificar y traer a la mesa los mecanismos emocionales que guían parte de las decisiones sobre tu plato es el primer (gran) paso para lograr una relación saludable y sostenible en el tiempo con la comida y con tu cuerpo.

De lo contrario, seguirás permitiendo que el “gurú-de-la-báscula” de turno pretenda saber de qué va tu libro para venderte sus “milagro-fórmulas”, sin ni siquiera abrir la primera página de tu historia.

 

Te mando uno de esos abrazos que alimentan.

Teresa M.

Fotos: Depositphotos; Marek Levák y Toa Heftiba en Unsplash