Qué necesita el sistema inmunológico. Volver al cuerpo (con o sin suplementos)
A pesar de que nuestras vidas, expectantes a través de la ventana, parecen seguir anhelando el momento de salir a la calle, la situación en la que nos encontramos inmersos bien puede plantearse como una extraordinaria oportunidad para volver la atención a nuestro cuerpo.
Extraordinaria por poco común, y por magnífica.
Han pasado ya algunas semanas desde el comienzo del aislamiento. En algunos países, las medidas parecen implementarse de forma más severa que en otros. A escala individual, algunas personas lo viven con miedo y preocupación; otras, con enfado, frustración y cierto tono de resentimiento por todo lo que han tenido que renunciar o postponer. No falta tampoco quienes le ponen un tono de humor, de calma, de aceptación o de resignación.
Sea cual sea la actitud predominante, hay algo que compartimos la mayoría de nosotros: La incómoda sensación de impotencia y vulnerabilidad ante lo que acontece de puertas afuera.
Y es aquí precisamente donde la “vuelta al cuerpo” puede ayudarnos a mantener la serenidad y a encontrar el anclaje necesario.
Centrar la atención en el cuerpo para fortalecer el sistema inmune
Mientras el mundo ahí afuera busca frenéticamente la píldora mágica, la vacuna milagrosa, o la combinación explosiva de medicamentos para parar el avance y los estragos del virus, hay algo que todos y cada uno de nosotros podemos hacer para protegernos y para disminuir esa sensación de vulnerabilidad y exposición en la que parece nos encontramos.
La meditación, la respiración consciente, el yoga, cualquier práctica enfocada al mindfulness, etc., son ejemplos de vuelta al cuerpo, de vuelta a nuestra esencia.
Pero no. No voy a hablar de los beneficios de estas prácticas, dado que se encuentran a golpe de teclado por todo internet para cualquier persona interesada.
Personalmente, la respiración consciente y mis paupérrimos (y a veces exasperantes) intentos de meditación son dos grandes aliados de un tiempo a esta parte… Es curioso observar cómo mi mente levanta muros de resistencia para no dejarse penetrar por estas prácticas, pero como diría Michael Ende, “…ésa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión… “😊
Quisiera aquí centrar la atención en el cuerpo desde un punto de vista más “microscópico”, más fisiológico.
Sí, de acuerdo. Ya estamos aislados socialmente y nos lavamos las manos con jabón cada dos por tres: Ambas medidas preventivas son necesarias, pero no suficientes.
Me refiero a centrar la atención en nuestro sistema inmune: Una inteligencia innata, perfeccionada y pulida tras milenios de evolución que opera dentro de nosotros de manera autónoma, sin que tengamos que ocuparnos conscientemente de ella.
Nuestro cuerpo tiene todo un sistema de defensa perfectamente organizado, con una inteligencia y estrategia de funcionamiento que aún hoy la ciencia está alcanzando a entender.
En medio de todo este maremágnum informativo, en el que las noticias parecen dejarnos más inermes que fortalecidos, creo que toca destacar, ahora más que nunca, que sí hay algo que podemos hacer para defendernos. Y no es más (ni menos) que contribuir a que nuestro sistema inmune haga su trabajo de la manera que ha venido haciéndolo, a diario e ininterrumpidamente desde que nacimos.
¿Cómo apoyar a nuestro sistema inmune?
Hablé sobre este tema en este post y sobre la importancia de mantener un equilibro saludable en relación a cuatro pilares fundamentales para comenzar a salir de la espiral de estrés diaria en la que normalmente nos vemos inmersos.
La alimentación, el descanso, el ejercicio (aunque sea dentro de casa), sentándonos a tomar el sol (aunque sea detrás de la ventana), encontrando momentos para reír y sonreír a lo largo del día (tanta noticia exasperante atenta, literalmente, contra nuestro sistema inmune), buscando (o descubriendo) actividades que nos permitan relajarnos…
Algo a destacar aquí: Ninguna de las actividades anteriores es más importante que las demás.
Ninguna.
No hay jerarquía.
Todas contribuyen de diferente manera a sostener y fortalecer nuestro sistema inmune.
¿Y por qué hago hincapié en esto? ¿No debería hablar de alimentos y suplementos? Precisamente por éstos últimos ➽➽
En busca del suplemento (o el remedio natural) “mágico”
En ese intento de fortalecer a toda costa nuestro sistema inmune, parece que hemos entrado en modo pánico estas últimas semanas lanzándonos a comprar, además del misterioso papel higiénico, suplementos alimenticios, vitaminas y otros remedios “naturales”.
Estamos condicionados a “no apreciar lo que se nos ofrece gratis”…
…tendiendo, en numerosas ocasiones, a creer que “ese suplemento XYZ que acaban de comentar por la radio o por redes sociales es el que me va a salvar”, mientras que menospreciamos el acto de mirar por la ventana, con los rayos de sol dándonos en la cara, cerrando los ojos y volviendo nuestra atención en la respiración para calmarla, al tiempo que escuchamos una pieza de música de las que elevan el alma unos cuantos grados…
Siguiendo con el ejemplo anterior, ambos, suplementos X, Y, Z y el sentarse unos minutos a darnos ese baño de sol consciente, pueden contribuir de igual modo a:
Disminuir el cortisol en sangre (para lo cual suelen recomendar la hierba X, junto con el suplemento Y)
Estimular la glándula pineal, encargada, entre otras muchas funciones, de generar melatonina (otro suplemento de moda) que nos ayudará a dormir por la noche
La conversión de vitamina D en nuestra piel (otro suplemento para el que ya hay lista de espera en las farmacias estos días)
La producción de serotonina (uno de los mensajeros químicos que, cuando anda bajo, nos prescriben antidepresivos – otra pastillita-)
Sí, hay suplementos (y hablaré de ellos en próximos posts) que pueden apoyar nuestro sistema inmune, sin lugar a dudas. Sin embargo, no operan de manera milagrosa:
No existe ese suplemento que compense una mala alimentación, un sueño interrumpido, la falta de ejercicio o el permanente estado de alerta y ansiedad al que podemos llegar a someter a nuestro cuerpo a diario...
… y no sólo me refiero a estos días “coronados por el virus”, sino a nuestro deambular por la vida como “pollo sin cabeza”.
Escucho a diario a personas preguntarme qué opino sobre tal o cual suplemento o remedio de fitoterapia, o consultándome sobre qué pueden tomar como sustitutivo del “suplemento “A”, dado que se ha agotado en las farmacias o en Amazon (instante en el que me pregunto la cantidad ingente de dinero que algunas empresas deben estar generando en estos momentos).
Escucho y anoto mentalmente el tono de voz angustiado, como si ese suplemento fuese última tabla de salvación que nos queda para sortear las plagas de Egipto.
La Naturaleza es la mejor farmacia que el Universo pudo poner a nuestra disposición
Todos los nutrientes (vitaminas, minerales, enzimas, cofactores enzimáticos, factores de transcripción, etc.) que nuestro cuerpo necesita, podemos obtenerlo a través de los alimentos, del agua, del aire y del sol.
La sabiduría de nuestro cuerpo y nuestro sistema inmune sabe cómo reorganizarlos y combinarlos para ponerlos a “disposición de la vida”, de nuestra vida.
¿Pueden ser convenientes algunos suplementos?
Sí, claro; en casos en los que existan ciertos síntomas de carencia.
Sí, como refuerzo temporal en momentos en los que hemos llevado al cuerpo a extremos poco sostenibles y queremos volver a un equilibrio saludable, a nuestro estado natural de homeostasis.
Sin embargo, los suplementos no son un “atajo” si el resto de factores que condicionan este equilibrio (nutrición, sueño, ejercicio y niveles de estrés) no están convenientemente balanceados.
Pero entonces, ¿son los suplementos condición sine qua non para garantizar el perfecto estado de salud de nuestro cuerpo?
Categóricamente no.
“Al César lo que es del César y a nuestro cuerpo lo que es de nuestro cuerpo”
Cuando otorgamos tanto poder a algo externo (una pastilla, un suplemento, tal o cual “mega hierba” o “superalimento”), volvemos a salirnos de nuestro centro, a alejarnos de la sabiduría inherente que opera dentro de nosotros y que sabe qué hacer para mantenernos en este lado de la vida.
En otras palabras, volvemos al miedo y a la dependencia que se genera cuando otorgamos el poder a otro “ente” diferente a nosotros mismos.
Además de lo anterior, corremos el riesgo de adentramos en el berenjenal de la vulnerabilidad, la indefensión, la ansiedad galopante y el “modo pánico”, generando todos ellos una llamada al cortisol en sangre.
¿Y sabéis qué hace este pico de cortisol, entre otras lindezas?
Pues suprimir y deprimir nuestro sistema inmune. Precisamente al que queremos apoyar y fortalecer estos días.
(Podéis leer otras de las consecuencias del exceso de cortisol en este post)
Nuestro cuerpo nos pide, hoy más que nunca, que volvamos a él, que nos reconectemos con él.
Para ello, comparto aquí tres pilares (además de los anteriores) que personalmente intento aplicar cada día para no ver esta situación “a través de la ventana del miedo”:
Entender, comprender; diferente a estar saltando como alma que lleva el diablo de información en información
Apoyar y sustentar las necesidades básicas de nuestro cuerpo; distinto a preocuparse u obsesionarse
Soltar el miedo y confiar en la vida; confiar en esa inteligencia interna que opera de manera ininterrumpida y de forma independiente a nuestra capacidad de control, y gracias a la cual nuestro corazón no deja de latir un instante, nuestros alimentos se asimilan, nuestras heridas cicatrizan y nuestro sistema inmune sabe cómo desplegarse para mantenernos en este lado de la vida el tiempo que cada uno de nosotros tengamos que estar.
¿Hablaré sobre suplementos?
Claro que sí, pero poniéndolos en el lugar que les pertenece: Como un complemento a una base sólida formada por los pilares de:
i. una nutrición “pro-inmunitaria”
ii. un sueño reparador,
iii. un poco de ejercicio físico,
iv. unas prácticas saludables para gestionar el estrés.
¿Hablaré en próximos posts sobre alimentos que apoyan (y nutren) a nuestro sistema inmune? Sin duda. Estate atent@ 😉.
A modo de ejemplo, aquí tienes 8 alimentos que ayudan a fortalecer tus pulmones.
Sin más, un abrazo de ésos que hace sonreír y suben las endorfinas (sin necesidad de suplementos) 😉
Teresa M.
Fotos: Rob Wingate, Christophe Hautie, Sharon McCutcheon, Masaaki Komori , on Unsplash