A la búsqueda de la causa de nuestro estrés. ¿Por dónde empezar?

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No es necesario decir que el primer paso para desenmascarar y apaciguar los estragos que el estrés puede causar en nuestra vida es, sin duda, buscar la(s) causa(s) que lo origina(n). Parece obvio, sí. Lo sorprendente es con qué poca frecuencia nos embarcamos en este viaje para traer a la luz las raíces de nuestro malestar.

En la mayoría de las ocasiones, preferimos negarlo, taparlo y apaciguar sus incómodos síntomas con diversas actividades evasivas que diluyen la mente y adormecen los sentidos: Atracón de Netflix, inmersión en redes sociales, tabaco, alcohol, y¸ muy frecuentemente, comida. En otras palabras, nos comemos nuestro estrés.

Sin embargo, también puede ocurrir que nos digamos a nosotros mismos: “¡Basta! ¡Hasta aquí!”, y tomemos la sana decisión de mirar de frente nuestra situación actual para ponerle remedio.

Valiente paso éste. ¡Y bravo por ti si es uno de tus propósitos de Año Nuevo!


Buscar la causa del estrés es como remar contracorriente

Bien, la decisión está tomada. ¿Ahora qué?

Sirva la siguiente analogía para visualizar la situación:

Sentados en un pequeño bote, nos vemos remando con todas nuestras fuerzas aguas arriba, con la inquebrantable determinación inicial de encontrar las causas de todos nuestros males.

  • Nuestra mente es el barquero, dispuesta a buscar respuestas.

  • El río es el cauce de nuestra vida diaria en un momento determinado.

  • El remar contracorriente, sinónimo del sobreesfuerzo que supone indagar en nuestras vidas, nuestras circunstancias y nuestra psique, en busca de respuestas. Tarea agotadora que no invita a emprender el viaje, ¿verdad?

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Pues bien, ahora imagina por un momento…

…que el bote es de madera vieja o que sus tablones no han sido ensamblados o aislados adecuadamente. Al sobreesfuerzo que ya supone remar contracorriente, te ves sumando el de tener que achicar agua periódicamente, al tiempo que maldices al responsable del mantenimiento del bote por no haber hecho bien su trabajo

Ahora vamos a tocar hueso…

¿Y si te digo que ese bote no es otro que nuestro cuerpo, y nosotros (el barquero) los únicos responsables de su mantenimiento?

¡¡¡Oh, oh!!!


Pilares esenciales para gestionar el estrés

Siguiendo con la analogía, ¿en qué consiste ese mantenimiento?

En CUATRO PILARES NO NEGOCIABLES con los tendemos a (auto)regatearnos permanentemente, tratándonos a nosotros mismos como a mercader en un zoco:

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1) NUTRICIÓN

“El lunes que viene comienzo a cuidarme”

“Después del fin de semana, dejo de…”

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2) SUEÑO

“Cuando entregue este proyecto, voy a recuperar horas de sueño…”

“Cuando mi hijo crezca, dormiré mejor…”

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3. RESPIRACIÓN

“La semana que viene me apunto a clases de mindfulness”

“El mes que viene comienzo ese taller de respiración consciente que llevo 5 meses (!!) postergando…”

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4. EJERCICIO

“En cuanto acabe este informe, vuelvo a apuntarme al gimnasio cuatro veces por semana

(¡Por Tutatis que esta vez lo hago!)”

Está en nuestras manos decidir si la energía disponible para remar aguas arriba la dedicamos únicamente a ese empeño, o seguimos dividiendo nuestra atención achicando agua con una mano y remando contracorriente con la otra.

La invitación parece tan obvia como difícil de implementar, ¿verdad?.

Entonces…


¿Por qué nos cuesta tanto centrarnos en nuestro cuerpo?

Porque, en la mayoría de los casos, nos identificamos con nuestro barquero (nuestra mente) pero no con nuestra barca, y tratamos nuestro cuerpo como si fuese algo ajeno a nosotros que podemos postergar, a la espera de un momento mejor…momento que nunca parece llegar.

En definitiva, ponemos el foco fuera de nosotros, señalando a esa circunstancia más allá de nuestro alcance (el trabajo, ese proyecto pendiente, los hijos, la pareja, el jefe, la limitada situación económica del momento…) como excusa por la cual no podemos prestar atención a nuestras necesidades más esenciales: Las de nuestro cuerpo gritando para ser escuchado.

Y es aquí donde nuestra mente (nuestro barquero) se equivoca:

Mientras no volvamos primero la atención en equilibrar estos cuatro pilares esenciales, cualquier intento de conseguir nuestros objetivos para este 2020 (sea cuáles sean) va a verse boicoteado, antes o después.

De hecho, antes que después.

¿Es una cuestión de fuerza de voluntad o de debilidad de carácter?

NO. Rotundamente no.

El carácter y la voluntad poco papel juegan cuando se atenta permanentemente contra nuestra naturaleza más esencial. Por tanto, dejemos de autoflagelarnos con nuestro látigo mental cada vez que fallamos en nuestros intentos.

Por el contrario, se trata de aceptar que es insostenible en el tiempo remar contracorriente con una mano y achicar agua con la otra.


Llegados a este punto, caben dos opciones:

  1. NOS CANSAMOS Y ABANDONAMOS

    Dejamos nuestros firmes propósitos en el “cajón de los deseos aparcados” y volvemos a los viejos hábitos.

    “Incómodo pero familiar”, nos decimos, al tiempo que sentimos el peso de la frustración caer sobre nosotros.

  2. NOS PARAMOS EN SECO DURANTE UN TIEMPO PRUDENCIAL…

    …revisamos honestamente el estado de nuestro bote (nutrición, sueño, respiración y ejercicio), y decidimos repararlo, manteniéndolo aislado y seco.

    Entonces, sólo entonces, podremos embarcarnos de nuevo a la búsqueda aguas arriba de la causa raíz de nuestro estrés y de ponerle (¡esta vez sí!) una solución sostenible en el tiempo.

    Entonces, sólo entonces, podremos dejar de comernos nuestro estrés.


¿En qué momento de tu viaje personal te encuentras?

¿Cuáles son tus “no negociables”?

Te invito a que te regales un momento en el día de hoy, acompañándote de tu bebida favorita, y te detengas a reflexionar sobre estas preguntas.

Te mereces ese instante, y si crees que no tienes tiempo para esto ahora, créeme que necesitas este instante aún más.

Si crees que ya es hora de dejar de regatear contigo mismo y con la existencia y de no abandonar (un año más) tus buenas intenciones, te invito a que definas una condición no negociable dentro de cada pilar.

Un pequeño paso, por “insignificante” que parezca. Un límite que te comprometes a no sobrepasar, pase lo que pase:

"Mi descanso no es negociable y para ello voy a dejar de (…) una hora antes de irme a dormir.”

“Mis 15 minutos de caminar a diario, no son negociables, y para ello voy a bajarme en la parada anterior del autobús…”

“Mi determinación para comer más sano no es negociable. Voy a buscar alternativas saludables a mis galletas de la media tarde.”

“Mi salud no es negociable. Voy a pedir ayuda para ver qué pasa con mi falta de energía…”

“Mis 3 minutos de respiración consciente no son negociables. Probaré justo al levantarme de la cama…”

(…)

Cuesta (¡y mucho!), no te voy a engañar. Pero te aseguro que merece la pena en esfuerzo.

También te animo a que levantes la mano y pidas ayuda cuando veas que tú solo llegas hasta cierto punto del camino, o que una y otra vez acabas “remando en círculos”. Todos hemos pasado por ahí.

Pedir ayuda es un acto de valentía y de honestidad que sólo unos pocos se atreven a dar pero que ahorra mucho tiempo y energía, al tiempo que reporta mucha satisfacción y gratitud a medio plazo.

Por mi parte, iré compartiendo contigo en este espacio diversas herramientas, (muchas de ellas “comestibles” 😉), para ayudarte a mantener “tu bote” en perfecto estado y para que explores y conquistes las causas de tu estrés, sin que tengas que comértelo.

Por tu parte, ¿estás dispuest@ a que este 2020 sea un año lleno de decisiones saludables y sostenibles en el tiempo? ¡Me encantará conocer tus “no negociables” a través de tus comentarios en este post!

Un fuerte abrazo.

Teresa M.

Fotos: Love Neora, Zoltan Tasi, Lucy Turner, Tracey Hocking, Fuu J, y Bruno Nascimento en Unsplash.